Septiembre, en mis ojos; la esfera luminaria de poniente llora con sus colores pardos; las campanas elevan sus senos de bronce y convocan a los vivos para llorar el luto por aquellos que el tiempo arropa. Las vides, en sílabas abiertas, pregonan la vendimia y, postradas en la tierra, aguardan a que el otoño las vista sepias. Cuerpos envejecidos, desnudos, besan los caminos de octubre dejando atrás la risa amortajada que murió con el iris almendra del verano.
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