Por el paseo de Cánavoas, de Cáceres,
iban caminando cinco poetas de Extremadura; divagaban,
acaloradamente, sobre la vida, la poesía y las artes en general; en
un momento de silencio escuchan, a lo lejos, a una mujer que gritaba:
“ahí está el mejor poeta de esta tierra”; todos la miran,
esperando encontrar su mirada, en la propia. Ella ausente de esta
escena, contemplaba con asombro, como un anciano daba de comer a
unas palomas.
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