Hierro que con el ímpetu de la forja,
levanta al aire la sombra del acero,
para dejar en la espiga,
la marca de su cuchilla idolatrada.
Hierro que se aferra en la vidriera,
y fija sus anclajes,
en la melancólica tozudez del granito.
Hierro que viaja sobre la ruda travesía,
y afina en el asfalto
la marca amable de la quimera.
Hierro que afina su vientre,
y entona con el viento,
el sublime canto de las catedrales.
Hierro que combate y en crueles ofensivas,
deja sobre la tierra,
a los hijos del hombre y sus miserias
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