jueves, 20 de junio de 2013

MANIFIESTO



Yo no juzgo al ciudadano en su rebeldía,
ni las noches de verano,
ni los días azules que asoman por mi ventana,
ni al canto del gallo,
ni al chirriante motor de las camionetas
que pasan vendiendo
los productos más frescos del día.
No juzgo las calles desiertas del frío
llamando al orden, a la impenitente bruma
que asoma su inmaterial cuerpo
como alma fiel, como alma errante,
ni al labriego que se pierde en el horizonte,
ni al panadero gritando en las travesías,
“El pan es de hoy, el de mañana Dios dirá”
Yo no juzgo la pena de la campana
cuando, triste, entona la letanía del difunto,
ni al alcalde con sonrisa al vuelo,
ni a sus hechos, al vuelo con su sonrisa.
Tampoco a la pareja que pasa
buscando la calma de los olivares,
ni a los partidos políticos,
que nos recuerdan cada cuatro años
que un pueblo, perdido en un valle, existe.
Yo juzgo a la vida que pasa,
que se aleja, infiel, de nuestras casas.

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