martes, 5 de noviembre de 2013
Vienes
Vienes abriendo los lechos marinos,
las níveas espumas que un día cubrieron tu rostro,
Los ojos que parieron el coro de las dunas.
Vienes,
abriendo las manos que sostienen la voz del gatillo,
las manos del ancla que se aferran al fondo.
las manos que arden escribiendo un poema.
Vienes desde la tarde más lejana, que descubre la noche.
Que abre, en los días de lluvia, la voz terrible del trueno.
Sometida, vienes, como el verbo que nunca supo encontrarte.
Vienes y unges de paz a las bestias de las tinieblas:
Con grisáceas orquídeas que adornan los violines.
Con cucharas de pan que besan los labios de las esquinas.
Con cadenas de leche que esnifan mazapanes.
Eres playa y vienes cubierta de melancolía,
besando las horas más lentas del crepúsculo.
Besando, vienes, las horas de la tarde,
con las manos cubiertas de tintas y espejos,
oliendo la brisa que no pudo lamer el perfume.
Vienes silenciosa, al igual que las estaciones,
frente a frente cubierta de vida.
Sin nada vienes, sin mí: tan siquiera.
Como canción que besa la lenta agonía del enamorado,
como rosa, sin espinas, que dormita en tu vientre.
Vienes, quedamente, amaneciendo detrás de la bruma.
¡Callad!, ¡callad!
Que ya me anuncian el día.
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