Alégrense la tierra y su aroma de agua
al ver como el viento cubre el cielo en su largo viaje,
al ver, asidos por la cintura,
a las cumbres y a una nube habitada por la lluvia.
Alégrense también los jinetes de las sombras
y las fuentes de fría piedra,
cuyos surtidores tienen sus caños de bronce
orientados al poniente.
Alégrense la patria del suspiro,
y las horas que reposan en la quietud
de unos labios sin vocablos,
pues al fin, los tiempos siempre se abaten
deshojados, buscando la tierra.
Alégrense los algodones blancos de las manos,
los pasos del niño y la madre alondra
pues sabe que en su nido se agita la vida,
la mar callada y el vientre de la tarde.
Alégrense los gladiadores que combaten por una lágrima,
pues por ello, las manos no tomarán las forma de la espada
ni las hiedras vencidas treparan hacia el fuego;
y así, los cuervos no graznarán en las ramas de la dicha,
ni la tristeza hará mella en las parejas
que juegan en los besos y en el limo.
Alégrense las semillas que germinan en las palabras,
en las voces y en las sombras rotas de las esquinas,
para que la velada melodía de sus estrofas
lleve siempre la fresca imagen de los enamorados
Brillante poeta, sugestivo y cautivador.
ResponderEliminarUn abrazo tocayo
José
...pues al fin, los tiempos siempre se abaten
ResponderEliminardeshojados, buscando la tierra...
José Cercas
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Magníficas imágenes y extraordinario lirismo para un poema que se siente y donde la palabra esperanza, queda flotando
Juana Corsina