Oye este canto
pues tu eres el tiempo escrito
con nata y azules,
en violines adolescentes
que vagan y vaga.
Tú, la lengua imposible
de la imposible palabra
eco profundo forjando
por los yunques del alma.
Oye mi voz
que siempre amanece
en tu sombra tejida
por miles de arañas.
Oye el canto del tiempo,
la luz domada,
el aire que se expande fuera del aire,
viento que la historia doma
corazones ajados
que en mi voz asoman.
Oye mi voz
lejana y amarga.
Ya no te canta mi voz,
¡ay! ya no te canta.
Sólo por ti
estos versos danzan
pues son los brazos
que amorosamente te llaman,
la tierra donde
fructifica el agua,
y una princesita
que en la torre canta.
Que son los violines
laborados de nata,
guitarras que tienen
corazones de hadas,
poemas azules
que temprano se levantan.
Dóciles corceles
con sus crines de plata
y todos los océanos
que los ríos aclaman.
Marítimos son los versos
de la mañana,
como los ojos de luz
forjados en lunas claras,
como los versos de amor
del poeta que te ama,
pues son palomas
que sobre los besos danzan
y dulces espigas doradas
que sus dones te mandan.
Canción viajera
El aire viaja
entre las rosas,
robando el néctar
a la alegría.
Tu eres del viento la viajera
que amaneces del aire
cada día.
De mi cuerpo
dolorido la enfermera
pues unges de pétalos
mis heridas.
De la tierra tomas
la noble enredadera
cubriendo mi cuerpo
con su melancolía.
Te posas tenue
como la sementera
sobre el mentón azul
de las noches frías.
¡oh , viajera!
¿acaso no eres la primavera?
brotas como la luz
amiga de la brisa
y me besas la vida
sin quimeras.
Y me besas la risa.
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