I
Los violines danzan en las azoteas con las cortesanas de la luna;
el arpa rompe el llanto de las ciudades
y la guitarra tiembla bajo el humo abril del tabaco.
¡Aún estamos a tiempo!
-se oye cantar a los niños en los puertos –
¡Aún estamos a tiempo!
-cantan con voz de la vida en sus mejillas-.
II
Las épocas suben y bajan en los ascensores del viento,
besan los barandales de los desterrados
y ordeñan, con manos tristes, las ubres de la quimera.
¡Aún estamos a tiempo!
-cantan los niños tras los ventanales de estaño-.
¡Aún estamos a tiempo!
III
La luz se refleja en la pared
donde los poetas escriben
con sus lágrimas de tinta:
que el amor tiene las entrañas crepusculares.
En una calle, cubierta de balcones,
a las señoras de las nubes
les crece las noches de lluvia.
Las vocales pasean por los perfiles de las muchachas
y se oye gritar a lo lejos:
¡Aún estamos a tiempo!
IV
Todas las esquinas, todos los balcones,
y todos los ojos de las miradas sin nombre,
desfilan y gritan por las avenidas.
Las nubes callan en las alturas,
los atardeceres suspiran sin tregua,
pero saben que los niños cantan:
¡aún estamos a tiempo!;
¡aún estamos a tiempo!;
¡aún estamos a tiempo!
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