La vieja España, la senil Europa,
el viejo melocotonero que aún en
su declive,
considera al fruto, su bien más
preciado.
Las columnas sin gente,
las patrias sin nombre, las
civilizaciones,
las familias al borde de todo,
el cetro insoberano, por encima de
la culpa.
Así os reconozco entre mis
vocablos.
Así el recorrer de los pájaros sin
su vuelo.
Así los árboles que apenas abren
sus ramales verdes.
Así los niños detrás de las
consolas,
con sus bicicletas aparcadas al
sur de la desidia.
Así los labios sin besos,
los desahuciados, las ganas de
parir revoluciones,
los jefes oscuros, las tempestades
venidas de lo injusto.
Así los ojos que miran los caminos
cubiertos de penurias,
las casas pobres, que no madrugan,
mediocres coléricos, reyes del
improperio.
y la espada que muere, sin
presentar batalla.
Así la vieja España, así la senil
Europa.
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