miércoles, 28 de agosto de 2013
DESDE ESTA ORILLA. A SIRIA DESCONSOLADA
Buscad, en la otra orilla, la causa del llanto.
Buscad, en la sangre, el cauce de los vientres,
buscad, en la vida, el murmullo de las vanidades,
la esencia de la ira, los abrazos de la madre muerta.
En esta orilla, advertid el martillo,
a los banqueros que ríen detrás de los escapularios.
Al hombre que juega a ser gigante
con el sudor del aire, que viene de lejos.
¡Vivís, pero sabed, que estáis todos muertos!:
En paralelo la muerte se viste de doncella,
y vuela a lomos del cóndor que devora la peste.
¡Vivís, pero sabed, que estáis todos muertos!.
Sabed, pues, de la orilla que muerde las palabras.
Sabed del petróleo que amamanta la avaricia.
Sabed de los ojos que miran las frentes de los inocentes.
Sabed de la tierra dividida, de las manos en las trincheras.
Sabed de la tierra que grita bajo el fondo terrenal de las cosas,
de la sangre que intuye el sonido del disparo.
¡Sabed de la sangre! ¡Sabed de la Sangre!
Sabed de esa sangre que brota en el corazón del individuo.
Sabed como emana, de la bomba, la pestilencia del agua,
del humo que cubre la orilla de los niños,
del murmullo de las escuelas mutantes,
de las astillas, de las librerías que muerden los libros ¡Sabed de esa sangre!
Escucha este grito ¡oh vieja Europa! ¡Oh casa oscura de las américas!
¡oh malditos señores del dinero!
Sabed de este pueblo donde sangra la niña de Siria.
Sabed de todos los pueblos que sangran, de todas las niñas, de todas las orillas.
¡Malditos seáis señores del diluvio!
¡Sabed del PUEBLO
que os apunta, directamente, desde estos versos!
¡Vivís, pero sabed, que estáis todos muertos!.
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