De Roma la piedra labrada
que
puebla los caminos y la arquitectura.
De
los Godos, las basílicas,
las
espadas cubiertas de sangre,
y
sus treinta reyes malditos,
dueños
del asesinato y sus miserias.
De
los árabes, los califatos,
la
poesía y las fuentes
que
arden al son de la luna.
De
los cristianos, las naves que cubren los océanos,
las
américas sumergidas en la maleza,
los
vicios del acero,
el
oro y sus enfermedades.
Todos
ellos, después de la nada.
Todos
ellos antes de la tarde.
Todos
ellos necesarios para que la historia
fije
tu voz natural y femenina. en las labores del trueno
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