Un día leí sobre el hombre cuando era hombre,
cuando vivía en la callada soledad del vocabulario.
Dicen que al sur de los océanos extendía su imperio
hasta el origen de las fuentes más antiguas del llanto.
Que al norte reinaban las mariposas y la risa,
que el buey pastaba el más tierno follaje,
que los abedules cantaban al son de la luz,
que era el arco-iris naciente de las lluvias del cielo,
y que la noche buscaba el caudal de los manantiales.
Un día leí sobre del hombre:
Que pensó en comer la carne de los animales.
Pensó que la sangre era suya y la tomó como propia.
Pensó que los ríos eran suyos y desecó sus vientres.
Pensó que los árboles era suyos y los arrancó de la tierra.
Un día el hombre pensó en el pájaro que cubrían las nubes,
y los abatió de un disparo y ocupó su linaje.
Pensó en la guerra y construyó las defensas.
la espada terrible, el febril bombardero.
Un día leí sobre el hombre cuando era hombre,
antes de que la sinrazón le cubriese de sangre.
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