Cuando se impuso el silencio como gesto imperativo, las calles se llenaron de murciélagos y bocas cerradas. Fue entonces cuando perdimos la simetría de la nube por oriente y la sed de la protesta por occidente. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que todo estaba perdido. De ese modo comenzó a latir la esperanza, ese modo comenzamos a pensar por nosotros mismos,
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