Un mal jefe es como un mal toro, embiste a diestro y siniestro hasta que la mano experta del picador “léase los sindicatos” le recuerdan su lugar en el mundo. Si el despropósito sigue marcando su camino, al final, el fiero estoque del torero “léase la justicia” le indica su cometido, de una manera precisa, material, y humana.
Así es la triste vida de un imbécil, y no me refiero al toro, desde luego que no. Amen.
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