Hay una puerta que se abre,
por su rendijas entra el aire,
la luz, los océanos cubiertos de labios,
también los ríos y los niños,
bañados de besos,
el mazapán
y el torrente de aguas cristalinas
que moja la ladera.
Hay una puerta que se cierra,
en ella, a solas,
queda atrapado el ocaso.
Abro,
al polvo
lo viste el aire y baila en el espacio,
las sombras tiemblan en las esquinas,
y tu retrato, duerme cubierto de tiempo,
la casa enmudece su voz tras los visillos.
Cierro
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