Desde las profundidades del averno,
hasta la cúspide más alta del Olimpo.
Desde los rincones más apartados de las selvas
hasta las calles iluminadas por el frío, de la urbe que ocupas.
Tú, elegante como los árboles que cubren el crepúsculo.
Tú, como el oxígeno que nos da la vida,
Desde las azucenas que pueblan la noche,
desde sus pétalos abiertos para el beso
desde la vida que nos lleva. Tú.
En las aceras, en los manglares,
en la teclas de un piano
que cambia sus notas por la alegría,
desde los ojos de la luz en primavera,
tú como siempre, tú nuevamente.
Tú en el aliento que me sustenta,
en la brisa que me acaricia y gime en la tarde.
Tú en el te quiero. Tú, tú, tú. Siempre tú.
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