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¡Tierra!, ¡tierra!, ¡tierra!;
Apenas un grito, una vertiente,
un mar perdido en el horizonte de su brumas,
un todavía, un aún nos queda la vida…
Apenas las casas derruidas, y el individuo
en toda su imperfección de astro salvaje y bravío.
¡Tierra!
Me aferro a la tosca montaña,
a su lluvia constante y ácida,
a su voz profunda de trueno,
a su fuego devorador de bosques y júbilos.
Apenas un desierto en las cosas cotidianas,
en el jardín de la rosa caduca,
en el jinete que clava sus espuelas
en la derrota y el barro.
Tierra y palabras,
fuentes legendarias, solas,
hojas que nacen de las entrañas del tálamo,
las hembras del pan
mueren con las ubres dormidas;
una roca y una torre,
un palacio en el horizonte y la arenisca levantada
al sol más perpetuo y más triste,
y la tierra, y la tierra y la TIERRA…
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