lunes, 27 de enero de 2014

SI PUDIERA DECIRTE



Si pudiera decirte: “Espera, no te vayas”.
Te diría, que debajo del naranjo,
sigue latiendo la silla de todos los días.
Que en tu jardín se encuentran, 
las sombras del viejo árbol,
aquellas que una vez dieron cobijo,
a tu rostro de otoño.

Te diría que te espera la candidez de la lluvia
y el canto del grillo de la atardecida.
Te diría que ya están, en flor, los gladiolos
y que los lirios y los geranios
van buscando la voz de la primavera.
Te diría que trepan las enredaderas por las ventanas
al igual que la luz, cuando pasa de nuevo, sin detenerse.

Te diría tantas cosas: ¡madre!
Te diría, por ejemplo, como iluminado por el fuego,
veo tu rostro lejano y oigo tu voz llamándome: ¡Hijo mío!
Te oigo llamarme desde todas las cosas y rincones,
desde todos los días pasados, desde ese día,
me llama tu voz almendrada: ¡Hijo mío! Me dice.
Te llama mi voz derrotada: ¡madre! Te digo.
Ay, si pudiera decirte, espera.
Te diría tantas cosas que nunca supe decirte.

sábado, 25 de enero de 2014

LA MULTITUD

La multitud callada, el paso lento del cielo junto a la tierra,
miles de individuos moviéndose al son del trueno,
abriendo surcos en la patria del alquitrán,
rumiando palabras, como lava incandescente,
liberando los bordes de las sílabas,
el gesto, el dedo de la ira,
el puño que amenaza a la bestia.

La multitud que camina, uno detrás del otro,
llena de individuos el grito de las aceras,

que recorren las avenidas cantando
con la voz del hambre.
Ya vienen las botas que vierten,
con vetusta furia, sus miserias.

La multitud, la masa de caminantes, los obreros,
tú y yo cogidos de la mano,
levantando el puño terrible de la risa,
el rugido que nos trae la mordaza.
Dicen que ocupamos los vientos,
que circulamos a la velocidad del vértigo,
que queremos sacudir, los frutos de otros,
en las calles desiguales de la tierra.
Dicen que poblamos la indigencia.

La multitud tiránica que grita palabros deformes,
esa que siembra el sonido de las libertades
que trae verbos prohibidos, que se atreve con la ira.
Dicen que llevan el don primario de la desnudez,
el secreto de los proscritos,
las leyes que jamás escribió el señor del dinero,
para la ambición del político corrupto.
Dicen que traemos la desventura.
la penuria y el suicidio en las puertas del hambre
y el llanto que pide lápida para el golpe del bastón.
Dicen que poblamos la miseria. Esa multitud.

jueves, 23 de enero de 2014

miércoles, 15 de enero de 2014

Así comenzó el olvido




Te busqué en la leve soledad de un sueño,
en el bosque callado de las libélulas,
en la escarcha que se ríe del rocío,
en la callada por respuesta.
Busqué tus ojos y una isla al poniente
y un barco que, a lo lejos,
arrullara la voz del mar.
Busqué una calle donde pronunciar tu nombre
y una esquina donde besar tu nombre
y unos labios donde verter tu nombre.
y unos ojos donde ver reflejado tu nombre.
Te busqué con la vehemencia del enamorado
y no hallé tu voz antigua:
ni tus adjetivos desnudos sobre la cama,
ni tu melancolía,
ni tu casta ley para la quimera,
ni tu nombre.
Así fue como comenzó el olvido.

lunes, 13 de enero de 2014

DESPUÉS DE LA BATALLA




Necesito escribir sobre lo que allí aconteció:
Allí amanecieron los pájaros de la ira.
Allí la muerte entonó el canto de la guadaña.
Allí el presbítero cubierto de putrefacción,
murmuraba entre líneas:
“Ad occasum tendemus omnus”(Todos tenemos nuestro ocaso)
mientras liberaba, a los cadáveres, de lo material y la materia.
Allí la madre con los brazos en alto y la voz en trueno,
acusaba a Caín de la muerte del iracundo.
Allí el huérfano que buscaba entre su hambre la paz de los caídos.

Necesito escribir sobre lo que allí ocurrió:
Cuando el crepúsculo pintaba de ocre el color de la primavera.
Cuando el humo terrible de la batalla emergía del barro.
como una lluvia de fuego invulnerable.
Cuando escribir sobre las guerras era el pan de cada día.
Cuando se escribía en el mármol: honor para los vencedores.
Cuando la muerte levantaba la cosecha.
Cuando el presbítero afinaba sus palabras y su bolsillo.
Cuando la madre lloraba y maldecía la mano masculina.
Cuando el niño huérfano construía la paz en su hambre.
Cuando necesité escribir sobre lo que ahora maldigo.

jueves, 9 de enero de 2014

REFLEXIONES DE UN TÍO DE IZQUIERDAS


Señores y señoras de izquierdas, o señoras y señores de izquierdas: “que el orden de elegidos, no altere el cargo estipulado”
Soy José Cercas, español, mayor de edad, de estado civil estúpido, de moral libertina y cansado de todo lo políticamente correcto. Os escribo por dos razones: La primera razón, porque soy y me siento parte de este pueblo que, un día, ya bastante alejado de este, me vio nacer y la segunda, porque soy de izquierdas y creo aún, en esa idea.
He dicho que soy pueblo y por ello os escribo, para pediros la reflexión ideológica, más que el parche de turno que llame al voto perdido.
Os lamentáis, lo oigo continuamente, de la pérdida de confianza de la ciudanía hacia vuestra labor, y buscáis teorías para volver a conjugar el verbo engañar, pero no pensáis sobre la base ideológica donde asentar el remedio. Esto me lleva a preguntarme lo siguiente: ¿Son ustedes de izquierdas? Y en caso afirmativo: ¿Saben ustedes por qué?
Así es como me siento yo:



¿Dónde está la izquierda?
Esa tempestad que me llevaba
a fuerza de juventud y poesía,
el brazo armado de la palabra,
el justo brote del puño llevando al horizonte
la paz del trigo y el aroma de las rosas.
¿Dónde la izquierda de las bibliotecas?
La que emergía del vocablo,
la que llevaba al crepúsculo la concordia del beso.
¿Dónde las calles cubiertas de risas,
la llave perdida, las puertas abiertas?
¿Quién se llevó mi verbo?
¿Dónde la izquierda?
La izquierda del aire renovado.
La que nos dejan, no es mía,
la que nos dejan, no la reconozco,
la que nos dejan es una canción
que duerme en la calle,
es una hipoteca infecunda,
es el cetro soberano, un cáliz de hiel.
¿Dónde la izquierda de antaño,
los labios de antaño,
la música de antaño,
el pueblo de antaño?
Dignidad para todos los hombres de la tierra. Me decías.
Libertad en los arados y en las fábricas. Comentabas.
Justicia recorriendo la voz del mundo. Querías
¿Dónde la izquierda?
La que procesaba la voz y el arte,
la izquierda que heredará mi hijo,
la que me hijo tomará del pueblo.
¿Donde la izquierda?
La izquierda que ya no tengo.

José Cercas

martes, 7 de enero de 2014

¿Es culpable Cristina de Borbón de los cargos que se le imputan?


¿Es culpable Cristina de Borbón de los cargos que se le imputan? Yo digo que no: ¿Por qué digo esto?´:

Porque decir que es culpable, es darle más inteligencia de la que tiene.
Porque es darle la conciencia cívica que no tiene.
Porque es poner, mentalmente, a la monarquía a la altura del siglo XXI, que no lo está.

Las monarquías en general y la nuestra en particular, tienen un sentido de la realidad diferente al resto de la ciudadanía. Ellos piensan que el lugar que ocupan en el estatus social, se lo merecen por gracia divina y que el pueblo es su servidor por el mismo hecho y las mismas razones.
Robar a sus súbditos, para ellos, es un sentimiento de justicia. Nada que ver con la justicia social y demás zarandajas.

Por lo dicho, para mí, Cristina de Borbón, es inocente de esos cargos.
Por lo expuesto, digo: ¡Viva la III República!


jueves, 2 de enero de 2014

Pinchar en las letra azules para oír el poema

He decidido vivir 



He decidido vivir
José Cercas 

Después de bajar a los infiernos de mi sangre,
de besar la ira, de acariciar la estocada.
Después de haber asimilado el fango como parte de mi piel,
y de ver como mis manos rotas apuñalaban la risa.
He decidido vivir..
Así tal cual, respirando tantas veces como sea necesario,
recordar de ella el beso y nunca los labios de la blasfemia.
Bailar en la calle el vals de los cerezos,
beber el agua, lamer el invierno, abrir las ventanas.
He decidido que mi vida sea vista con la luz,
que mi abrazo no caiga en saco roto,
que las palabras alimenten el verbo amar
y que las salivas cubiertas de hiel y espuma, callen para siempre.
Que la vida me trate como amigo,
que yo la llame beso, que ella me llame amante,
y que yo la llame vida en la cual exista.
He decidido vivir:
¡He aquí el principio!