He caminado, tantas veces, por esta dehesa,
he visto, tantas veces, como la humedad,
enerva el tronco de la encina.
Cuantas veces, he oído el graznido de un cuervo
augurando, en la rama más alta,
su pronta singladura.
Cuantas veces te he sentido, vestida de otoño,
buscando en los años, la voz perdida de la niebla,
el triste lamento de una palabra.
Te pretendí, grave, como los días de lluvia,
hoja perenne de los encinares,
grana que busca, su néctar en la tierra,
tallo que se aferra a la existencia.
He caminado, tantas veces, buscando tu nombre,
que apenas, hoy, me atrevo a pronunciarlo.