Duerme la tarde en la ciudad antigua, el crepúsculo
emprende su viaje en los cristales de los escaparates, y como si de una cinta
de luz rojiza se tratase, va delineando sus tonos estivales en las aceras. Junto
al mar, las casas perfilan sus horizontes marítimos.
Duerme en la playa la voz del agua, acariciando sus
blancas arenas deshaciéndose, penetrándolas hasta su pérdida interminable y monótona.
Las sombras siguen alargando su reino
nocturno.
Duerme el verano, los besos que nunca te di van en
busca del deseo que tuve de tu boca y duermen para siempre en la inexorable
brisa del tiempo.
Duerme en el verano tu voz de medianoche. Te perfilas
bajo la lágrima y prosigues tu camino de sueños. Duermes, duermes, duermes…