Sucede que existe un tirano,
vive al acecho de su presa
con sus ojos llenos de inviernos.
Sucede que lleva el poder del gatillo
en los dedos fríos de la ira.
Sucede que no sabe de diluvios, nunca supo ser solidario,
no sabe que es levantar desde el suelo
el justo brote de la existencia.
Sucede que no tiene ojos para ver los astros,
ni casa donde habiten algunos versos de amor.
Sucede que le tengo lástima,
me da pena su triste hegemonía,
el pendón de tirano que enarbola
sobre el pecho abierto del inocente,
Sucede que le tengo lástima;
¡ay! pobre estúpido y engreído hombrecillo,
pobre, pobre, pobre.
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