domingo, 22 de enero de 2012





Como si la vida se fuera en ello.
Como si no hubiera, en el mundo, más palabras que las tuyas.
Como si no hubiera, en este mundo, más besos que los tuyos.
Como si todos los labios de los enamorados,
se hubieran unido para forjar los tuyos.
Reconocí tu cuerpo bajo la lluvia,
tan terrible como la vida, tan afín a ella,
que te profesé, semejante, al edén de las cosas y el beso.
Reconocí tu natural de miel recién cosechada,
de olas y acantilados, rugientes, musicales, enamorados.
Reconocí las calles y el verbo,
las manos, tu tacto decidido, el invierno de tu organismo,
las casas y la niebla de tu boca.
Reconocí tu huida, ¡OH triste enamorado! ¡Reconocí tu huida!
Fue entonces, cuando el tiempo dejó caer su pecho de arena.
Cuando el polvo sepultó la tierra horadada de tus pasos.
Cuando el silencio de los días, se fueron acumulando en otros días.
Fuiste, entonces, nube callada que abandona su pacto con los pájaros.
Fuiste, entonces, melancolía y, después de todo, al final…
fuiste la memoria que sepulta el dolor, en el cruel olvido de tu nombre.

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