No debo pensar;
pensar me cuesta el silencio,
las lágrimas que languidecen
en los costados de mis córneas.
Pensar me lleva al universo
donde las cosas vuelan,
cambian de color
y nadan en nubes áureas sin forma.
Pensar es un cajón yermo,
donde tan solo habita una nota
que me dice “adiós amor mío”.
Pensar es una flor
que agoniza en un florero al poniente,
es una casa en las tinieblas,
son oscuros celajes que cubren los ojos del recuerdo,
son palabras que se aferran
a mis manos de tinta
y … es ella,
siempre es ella, dormida en el lecho de mis labios,
acunada por la vida
y por la juventud que ya consume
su tiempo elegido.
Pensar es ella, no debo pensar, no debo, no debo.
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