Tu libertad no es la mía,
a la mía la viste el agua
y juega con los almendros
a justificar la quebrada
tierra del surco.
La tuya se viste de seda,
canta en los arrabales
de la ciudad dormida
y advierte a cada instante
el grato recuerdo de un beso.
La mía tiene el color del grito,
vive en las sórdidas palabras del lamento
y deja en las aceras su cruel afonía.
La tuya vive detrás del fruto;
tu frente abandona el frío rictus
y busca en los espejos
los distantes ojos de los años.
Pero… al final, a las dos,
nos cubrirá para siempre
los perdidos ecos de la historia,
los sempiternos brazos del tiempo.
Lo bello y lo aborrecible...lo maravilloso y lo sórdido... lo que existe y lo que está por existir...todo está condenado a la no permanencia.En ese tiempo,todo será uno, navegando sin rumbo, en el olvido.
ResponderEliminarUn saludo