Un toro de Córdoba, la lejana,
llora, al aire, la sangre de Jacinto
en los claveles, tristes, de Corinto
y en las hojas secas de la mañana
Toro herido, cuando en tu boca mana
la vaga memoria de un cuerpo extinto
y la hora atroz, de tan cruel instinto
asesino que cercena la grana.
Toro del alma, levántate y llora
esa sombra que forjó su muerte,
-pétalos de una vida más sonora-
Toro de luto, perfila la hora
del sollozo amigo. Duele la suerte
que se lleva su savia, sin demora.
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